Prov
7,1-3; 4,12-13 23.
Agárrate a la instrucción, no la sueltes; consérvala, porque te va la vida.
Por encima de todo guarda tu corazón, porque de él brota la vida.
1. La oración es un encuentro con Dios para adorarle y dejarte trabajar
por EL. La iniciativa y llamada son suyas. Lo tuyo: responder a esa llamada; crear
el clima que precede a una cita; permanecer silencioso/a en su presencia con
toda tu fe y amor despiertos, para adherirte a lo que Él quiere hacer en ti. El
deseo del Padre es hacer de ti, por medio del Espíritu de Jesús, alguien cada
vez más parecido a su Hijo.
2. Al comenzar
haz una “ruptura en vertical” para situarte en tu centro más profundo y desde ahí abrirte a la presencia de Dios y hacerte
disponible para ÉL. Lo que importa no
es lo que tú haces, sino lo que consientes que haga ÉL en ti. Trata de movilizar
toda tu atención, esfuerzo, paciencia, sentidos…
3. En el primer momento toma conciencia de lo que realmente deseas: pedir,
agradecer, bendecir, quejarte ... y exprésalo en alguna
frase breve que puedas repetir una y otra vez, y volver al centro cuando
lleguen algunas distracciones. Es como un
ancla para tu oración.
4. Estás en silencio, pero NO estás solo/a en la oración, sino en nombre
de muchos hermanos, de su clamor. Siéntete unido a ellos y sostenido por ellos y
encontrarás fuerza. Intenta hacer presente en
la oración el mundo y sus problemas: un oído puesto en el evangelio y
otro en el pueblo.
5. No acabes la oración bruscamente; no se terminan así los encuentros
personales; dirígete al Padre, a Jesús o a María, con la confianza de los hijos
o de los amigos; detente unos minutos a ver cómo te ha ido, lo que te ha sido de ayuda o
dificultad, qué movimientos de atracción o
rechazo has experimentado; esto te ayudará a adquirir la costumbre del
discernimiento y la sabiduría de la oración.
6. Entrena tu
atención y tu deseo a lo largo del día (no sólo en los tiempos de oración) de
modo que te vayas haciendo alguien atento/a, confiado, fraterno, es decir, más parecido
a Jesús.
[1] Dolores Aleixandre: “Compañeros
en el camino” Ed. Sal Terrae
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