20 de mayo de 2011

Dios me sabe a pan

Dios me sabe a pan.
A nuestro pan de cada día.
Me sabe a pan de hogaza,
redondo y cálido,
me sabe a hogar, amor y comunidad.
Me sabe como la "chapata", sencillota y agrietada,
cercana y comprometida.
No como la "baguette", más perezosa y estirada.
No me sabe a pan de "pistolas", cobardes y asesinas,
sino al bollo compartido del perdón, al bocata paciente de la paz.
Me sabe a pan integral, moreno y fibroso,
del sabor de la tierra, las espigas, el sol y el mar.
No me sabe a pan de molde. ¿Será porque Dios no está cuadriculado?
No me lo encuentro en los canapés de los famosos y adinerados,
sino en los pequeños "colines",
en los detalles más crujientes y cotidianos.
Dios me sabe a pan.
                              

Por casualidad me he encontrado con este texto.
¡Y rápidamente me he identificado con él!
¡Dios me sabe a pan! Al pan nuestro de cada día, de lo cotidiano.
Y al Pan de la Eucaristía. Pan blanco, bendecido, partido y repartido. A un pan que necesito en mi vida, como respirar.
...Y Dios que haciéndose pan, me invita a ser pan.
¡Dame, Señor, la gracia y entrega necesaria para ser pan partido y repartido para los demás!
Y tú, ¿Necesitas de ese pan?
¿Eres tú pan para los demás?

No hay comentarios:

Publicar un comentario